Por Juana Valentina Bustos y Carlos Urrego Zuluaga
Brote, nuevos brotes, ola, pico, cerco, epidemia, pandemia… Estos son algunos conceptos que hace menos de un año eran solo comunes para epidemiólogos, salubristas y uno que otro científico. Hoy son el pan de cada día. Pocas conversaciones se salvan de abordar la tal segunda ola de coronavirus o que cada vez nos acercamos más al pico. Pero con el paso del tiempo siguen apareciendo preguntas que no hemos podido responder acerca del SARS-CoV-2: su comportamiento, las medidas más efectivas para contenerlo o el futuro de la vacuna. Lo que sí es cierto es que hoy por hoy, el nuevo virus proveniente de Wuhan, China, ha infectado a más de 50 millones de personas en el mundo.
Aunque los científicos no se han puesto de acuerdo en algunos aspectos, hay un consenso en que, por ejemplo, la inmunidad de rebaño es inaceptable. Tendrían que morir millones de personas para lograrla. Para Laura Andrea Rodríguez Villamizar, doctora en Epidemiología y profesora de la Universidad Industrial de Santander, hay estudios sobre casos como el de Nueva York que demuestran que “son de las más altas en contagio. Casi el 60 % del total de la población ha tenido contacto con el virus y ni así. Estamos todavía muy lejos de pensar que la mayoría de la población pueda generar inmunidad colectiva”. Situaciones que se podrían evitar si se fortalecen los sistemas de rastreo de contactos y se hace un seguimiento estricto de los protocolos de bioseguridad.
Para tratar de entender la fotografía de la pandemia, se podría decir que ha sido como una colcha de retazos en el mundo y en Colombia. Mientras algunos lugares ya pasaron el primer pico y se acercan al segundo, en otros apenas se preparan para el mayor número de contagios, justo cuando la vida volvió a una “normalidad”. Lo cierto es que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el SARS-CoV-2 sigue en aceleración, esto porque el número de contagiados supera al de recuperados.
“No hay una definición epidemiológica clara. Decir que si hay tantos casos sobre recuperados es una ola, no, nada de eso. No hay un criterio epidemiológico” son datos que ayudan a explicar la vida del virus en una comunidad, así lo comenta Sebastián Hernández, coordinador de microbiología médica de la Universidad de Manizales y asesor científico para la Dirección Territorial de Salud de Caldas. Algunos expertos prefieren hablar de picos, brotes o nuevos brotes; las olas, aunque no son técnicamente correctas, ayudan a explicar los aumentos y descensos según las medidas aplicadas.
Lisa Lockerd Maragakis del Johns Hopkins Health System comentó en una nota que “todavía estamos en la primera ola. En cierto sentido, la propagación del coronavirus hasta ahora ha sido más una colcha de retazos que una ola”. Y en eso está de acuerdo Hernández, quien explica que una pandemia se desarrolla de manera desigual no solo en los países sino en las ciudades, por lo que los procesos descentralizados de vigilancia son necesarios. Mientras que en Bogotá o Medellín parece que ya bajó el pico, por lo menos el primero, en el Eje Cafetero apenas inicia, por lo que las medidas no pueden ser iguales para todos. Pero no sucedió de esa manera en Colombia.
Después de casi cinco meses de confinamiento obligatorio decretado por el Gobierno nacional para todo el territorio, el 1 de septiembre se levantó la medida. Una decisión general que no precisó el comportamiento diferencial del virus de acuerdo con cada ciudad. La gradualidad de las intervenciones, como afirma Rodríguez Villamizar, en la práctica no lo fue tanto porque la reactivación económica “estuvo definida por parámetros y lineamientos nacionales a pesar de tener momentos diferentes de la epidemia en los territorios”.
Las olas y el fin de año
Navidad, año nuevo y ferias. Así se resume diciembre y enero en nuestro país, que en esta ocasión se tendrán que vivir en medio de una pandemia y a esto hay que sumarle la posibilidad de que el Fenómeno de La Niña llegue con un pico de infecciones respiratorias, como es común cada año. Una cosa importante es explicar que estos virus no cambian si hace frío o calor, si llueve o hace sol, lo que se modifica es el comportamiento humano que genera acciones que aumentan los contagios. Aunque hay hipótesis sobre el efecto de altas temperaturas en el virus, no se han comprobado. Aún es una incógnita saber si esta temporada de lluvias y frío modificará las curvas de contagio de este virus; lo que sí es claro es que agravará el contagio de infecciones respiratorias. La pregunta aquí es si el sistema de salud aguantará varios picos de varias enfermedades al mismo tiempo.
“Todo parece indicar, de acuerdo con otros virus respiratorios que también son coronavirus, que tienden a contar con un comportamiento espacial y se asocian a cambios climáticos. En países como el nuestro, con temporadas de lluvia, cambian las conductas como por ejemplo estar en lugares cerrados y eso puede generar más infectados”, dice Julián Fernández, director (e) de Epidemiología y Demografía del Ministerio de Salud. Esto, sin contar con el uso de aires acondicionados que resecan el ambiente, situación que también influye en el aumento de casos de contagios por virus respiratorios.
La época de fin de año está marcada tradicionalmente por fiestas, reuniones, besos y abrazos. Todo lo que está contraindicado para no contraer la COVID-19. En zonas como el Eje Cafetero y Santander se van a dar tanto las festividades como el pico al mismo tiempo, situación que podría aumentar las curvas de contagio. “Se trata de responsabilidad por la vida de los seres amados, la pandemia no ha terminado, persiste. Esas reuniones sociales con amigos o miembros de la familia que no viven con uno pueden aumentar la probabilidad de contagiarse y poner en riesgo a los demás”, afirma Fernández. Así, la nueva “ola” tendrá que apelar al compromiso colectivo de usar tapabocas en la celebración de Nochebuena y mantener distanciamiento físico en las novenas del Niño Dios.
Preguntas sin respuesta
Desde el 11 de marzo de este año, cuando la OMS decretó la pandemia, muchas preguntas se han resuelto sobre el nuevo coronavirus, pero otras siguen sin respuesta. ¿Por qué países con poblaciones parecidas y condiciones similares tienen desempeños tan desiguales a la hora de controlar el virus?, ¿por qué algunos infectados pueden contagiar a muchas personas y otros a ninguna?, ¿es un virus estacional y podría regresar con más virulencia como lo hizo la peste negra en 1918?
En un artículo de The Atlantic se preguntaron: “¿Por qué, por ejemplo, hubo un número tan enorme de muertos en el norte de Italia, pero no en el resto del país? Solo tres regiones contiguas en el norte de Italia tienen 25 000 de las casi 36 000 muertes totales del país; solo una región, Lombardía, tiene alrededor de 17 000 muertes. Casi todos estos se concentraron en los primeros meses del brote. ¿Qué sucedió en Guayaquil, Ecuador, en abril, ¿cuándo tantos murieron tan rápido?”.
Para responder esta pregunta, los científicos han empezado a estudiar una nueva variable que podría resolver, en parte, estas dudas. Llevamos meses escuchando sobre R, un promedio con el que podemos saber cuántas personas puede infectar un contagiado, pero se ha vuelto común en las discusiones científicas que se hable de K.
Andrés Vecino es investigador en sistemas de salud del Departamento de Salud Internacional de la Escuela de Salud Pública de Johns Hopkins y comenta que muchas de las medidas que se han tomado se basaron en la variable R con el fin de disminuir el contacto entre personas y reducir los contagios pero que ahora, con K, desean establecer la dispersión, la variabilidad de esa medida.
Por ejemplo, si a un restaurante entra un influencer con millones de seguidores, el promedio de impacto en las redes sociales aumenta en grandes proporciones, pero si entra cualquiera de nosotros, ese número no se modifica. Vecino explica que varios estudios han sugerido que tan solo entre el 10 y el 20 % de las personas infectadas pueden ser responsables de entre el 80 y el 90 % de la transmisión, y que muchos otros apenas la transmiten. Para él, el caso de Guayaquil en Ecuador pudo ser un superpropagador, situación que también ha ocurrido en otros lugares como Hong Kong.
Con la variable R sabemos que, sin medidas de distanciamiento físico, una persona puede infectar en promedio a otros 2,7. Ahora, lo que sugiere la variable K es que una misma persona puede infectar a muchas más, todas a la vez. “El comportamiento del SARS-CoV-2 es como una ráfaga y no se propaga de manera constante (...) pero este conocimiento aún no ha entrado completamente en nuestra forma de pensar sobre la pandemia, o nuestras prácticas preventivas”, se afirma en el mismo artículo de The Atlantic.
Esta variable se vuelve importante para entender la propagación del virus luego de que los confinamientos terminaron (aunque en algunos países se reactivan lentamente) porque cuando estábamos todos encerrados era más sencillo identificar los contagiados; ahora, que todos estamos en la calle, hay muchas cadenas de infección distintas en un mismo lugar y al mismo tiempo.
A contrarreloj
Ante la carrera titánica de estos últimos meses por descifrar el comportamiento del SARS-CoV-2 y las medidas de salud pública más eficientes y precisas para contenerlo, lo único que sabemos es que hay avances importantes, por ejemplo, haber identificado medicamentos que reducen la mortalidad o entender que no todos los pacientes necesitan respiradores artificiales. “Creo que cometimos errores quienes tratamos de analizar este tema y es que una pandemia no se gana por knockout sino por puntos. Cuando vemos las métricas de movilidad y el número de casos y ocupación hospitalaria, nos damos cuenta de que sí es una lotería sobre quién va a morir y quién no”, concluye Hernández.
Sin duda, lavarse las manos con jabón, mantenernos alejados de otros o el uso del tapabocas son medidas que han salvado millones de vidas pero si ahora dejamos de aplicarlas, solo habrán servido para darnos tiempo y prepararnos para un contagio inexorable.
Juana Valentina Bustos. Comunicadora social y periodista de la Universidad de Manizales. Integrante de la Mesa de Apropiación Social del Conocimiento y la Ciencia de la Universidad de Caldas.
Carlos Urrego Zuluaga. Docente del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. Editor de la revista de divulgación científica, Eureka.
Las ilustraciones son de Brian Gómez Molina