por Efraín Rincón
INT. NOCHE. En medio del consultorio odontológico ubicado en P. Sherman, Calle Walaby, 42 Sidney, un volcán está a punto de erupcionar burbujas en una pecera.
Un coro de peces canta:
—Ajo waji ah jojojo
—Ajo waji ah jojojo
—Ajo waji ah jojojo
Nemo, un pequeño pez payaso (Amphiprion ocellaris) sube lenta y tímidamente la ladera del monte Kikiriskiaga hasta alcanzar su cráter.
—Di tu nombre— le preguntan
—Nemo— responde el pequeñín
Un pez globo se acerca y exclama para que Nemo se una a los “vínculos fraternos de la tanquedad”, sí, y sólo si logra atravesar el temible aro de fuego,
—Ajo waji ah jojojo
—Ajo waji ah jojojo
—Ajo waji ah jojojo
¡Lo logró! Nemo atravesó el aro de fuego y ahora será parte del parche de la tanquedad. Así, el líder de esta fraternidad, un pez ídolo moro (Zanclus cornutus) le dice:
—A partir de este momento llevarás el nombre de Tiburoncín.
Y el coro de peces repite:
—Tiburoncín uh ah ah
Más allá de que esta escena es muy parchada en la peli de Buscando a Nemo, no hay mucho más que decir. Ay, pero es buena y es un hecho que el “Tiburoncín uh ah ah” quedó en la cabeza de todas y todos nosotros —Sí, tal cual como lo repiten en sus cabezas en estos momentos. A ver, ¿cómo es?—.
***
Sobre Buscando a Nemo y los peces con el par de ojos en el mismo lugar —No puedo dejar de pensar en el pez lenguado (Solea solea)— hay algunos asuntos que no se pueden dejar pasar. El primero es que este hit se convirtió en un arma de doble filo, pues las poblaciones de pez payaso se han visto amenazadas por la captura de individuos para comercializarlos. Esto, sin olvidar las aparentes consecuencias del blanqueamiento de las anémonas, amigas de estos peces.
Solea solea o pez lenguado reposa sobre su lado izquierdo. En el derecho tiene ambos ojos.
Resulta y pasa que las anémonas, al igual que los corales, tienen una relación simbiótica con pequeñísimas algas (Symbiodinium spp.) que, aparte de darle colores chéveres, les proveen de nutrientes como producto de la fotosíntesis, mientras que estos organismos unicelulares reciben moléculas inorgánicas de la anémona. Debido a un aumento de temperatura en las aguas oceánicas, como efecto del cambio climático, o si están expuestas a mucha luz, las algas abandonan a las anémonas. De ahí viene el “blanqueamiento coralino” y, en este caso, el “blanqueamiento de anémonas”. Y así, sin anémonas, chao peces.
Ahora sí, ya que explicado ese tema, quizás “Buscando a Nemo” ocurra en un mar, pero no propiamente de conocimientos. No todo lo que vemos en la película es tan preciso como lo que ocurre con estos peces en la realidad, especialmente si nos detenemos en la sexualidad de los peces payaso o peces anémona, como también son conocidos. Si el cuento fuera congruente con lo que se ve en la naturaleza sería más o menos así —Imagino que no hay riesgo de spoiler— :
Marlin, el papá de Nemo, después de que su valiente pareja se la comiera una barracuda, se volvería hembra y más grande o, en otras palabras, pasaría a ser la mamá de Nemo. Por su parte, Nemo, al ser un pez juvenil sin un sexo diferenciado, terminaría por madurar como un macho y asumiría la posición de quien era Marlin. Así, mamá Marlin y Nemo estarían listos para procrear.
Los organismos hermafroditas están equipados con el aparato reproductor tanto de un macho como de una hembra y pueden producir los gametos respectivos (en nuestro caso serían óvulos y espermatozoides). Sin embargo, la familia de Nemo es un ejemplo del hermafroditismo secuencial, común en muchas especies de peces, caracoles y en plantas. Es secuencial porque no se da de manera simultánea sino en distintas etapas de la vida. Por ejemplo puede ser de hembra a macho (protoginia) o de macho a hembra (protandria), en el caso de los peces payaso.
En estos organismos, por lo general, el cambio del sexo está ligado a un cambio de tamaño y una madurez, pero, como en el caso de los peces payaso, el cuento se hace más interesante porque esta transformación también puede depender de cómo se organizan socialmente. Estos peces rompen con el establecimiento anacrónico de la familia tradicional y allí las hembras son las más grandes y llevan la parada en la familia. Le sigue un macho más pequeño y otro grupo de jóvenes que aún no han madurado… sexualmente —no se definen qué quieren ser: clásico adolescente—. Esta estructura se mantiene así, a menos que la hembra desaparezca, bien porque se la coma una barracuda o porque sea un experimento y la quiten de la pecera, y el macho ahora aumenta su tamaño y cambia su sexo, mientras que uno de los inmaduros deja la pubertad y ahora es el macho que completa la pareja.
¿Y qué quiere decir todo esto? Bueno, quizás el hecho de no tener que salir en busca de una pareja y arriesgar la vida para reproducirse sea una respuesta evolutiva. La imagen muestra la filogenia de los peces, es decir cómo están emparentados y su historia evolutiva. No es gratis que este hermafroditismo (resaltado de amarillo en la imagen) aparezca varias veces en múltiples linajes de peces de manera independiente, es decir que no proviene de un mismo orígen.
En amarillo aparecen los linajes de peces donde ha evolucionado el hermafroditismo. Tomado de Understanding evolution
Lo de los peces payaso es solo uno dentro de tantos ejemplos de diversidad sexual en la naturaleza. Y no es una historia diferente si nos vamos a otro grupo de organismos: las plantas con flor. Las mismas que tenemos en el jardín o en la casa representan lo que Darwin llamó en su momento como “El misterio abominable ” y no era porque se tratara de un animálculo tan raro que no dejaba dormir al naturalista. Las plantas con flor, o angiospermas, tuvieron tal éxito desde que surgieron hace unos 130.000 millones de años, que es difícil explicar cómo, de un momento a otro, aparecieron así, como si chasqueáramos los dedos —Claro, un chasquido en tiempos geológicos—. Un asunto que para Darwin era muy difícil de explicar . Estas plantas presentan tal diversidad sexual que, según el biólogo evolutivo Spencer C. H. Barrett, solamente sus órganos reproductivos son más variados que sus equivalentes en cualquier otro grupo de organismos [en nuestro caso el pene y la vagina, por ejemplo].
Ejemplos de especies que exhiben los seis polimorfismos del estilo reportados en plantas con flor. Tomado de Barret S., 2009
Podríamos quedarnos al son de un café y seguir hablando de más historias. De otros ejemplos de diversidad sexual como los comportamientos homosexuales en las más de 130 especies de aves o los documentados en macacos, babuinos, mandriles o chimpancés, por nombrar algunos. Unos que tienen que ver con reproducción y otros que son solo comportamentales. El caso es que, a ver si saben para dónde vamos, la diversidad en términos sexuales parece ser tan intrínseca y “normal” en la naturaleza que no tendría por qué ser raro que la encontremos entre nosotros, los seres humanos. Y sí, no es raro, porque hay un montón de diversidad entre nuestra especie.
A lo largo de la historia ha existido un debate alrededor de si las personas nacen o se hacen homosexuales. ¿Qué determina la homosexualidad? ¿Es un gen o múltiples genes? Incluso, ¿existen diferencias entre un cerebro homosexual y uno heterosexual?
La evidencia que la ciencia tiene a la fecha explica que la homosexualidad o el gusto por personas del mismo sexo tiene, en parte, un origen genético—de hecho, de muchos genes, no uno solo como reza el mito— . En agosto de 2019, por ejemplo, se publicó en la revista Science el estudio genético más ambicioso de su tipo sobre el comportamiento y la homosexualidad. Sobre este análisis, que se realizó en casi medio millón de personas es claro que los genes —otra vez, varios de ellos, no uno solo— influyen en la orientación sexual de una persona, pero no lo son todo, “Estas variantes genéticas por sí solas no definen el comportamiento sexual de alguien”, explican las y los autores de la investigación.
“En genética, cuando se encuentra con ese tipo de cosas, es lo que uno llama un fenómeno multifactorial”, explica Alejandro Velásquez, médico de la Universidad del Rosario con maestría en neurociencias de la Universidad de Salamanca. Para Velásquez, este tipo de hallazgos, aparte de demostrar que no existe un “único gen” involucrado, también sugieren que hay otros aspectos que entran en la ecuación, como las hormonas y los primeros años de vida.
Cuando Velásquez empezó con la medicina, tuvo como objetivo dedicarse a la psiquiatría en busca de respuestas a varias de sus preguntas. Sin embargo, encontró en la neurociencia el camino para dar con esas respuestas— y claro, más preguntas porque si no qué gracia—. Hoy, él es estudiante del Doctorado en Ciencias BIomédicas de la Universidad Tecnológica de Pereira y dedica su investigación a entender las dinámicas cerebrales asociadas a la conciencia.
Durante el desarrollo embrionario, aclara Velásquez, la carga genética de un individuo también está expuesta a un microambiente de hormonas durante su desarrollo embrionario en la panza de la mamá. Y es esta combinación de factores [genéticos y hormonales] que al parecer determinan la configuración de la estructura hipotalámica de los cerebros. Pero, con todo esto en cuenta, es importante puntualizar que, “Cada cerebro se desarrolla en una historia individual que incluye la carga genética, un montón de factores dentro del desarrollo embrionario y algunas cosas que dependen del ambiente que tengas en los primero años de vida”, dice Velásquez.
Entonces, a la pregunta de si una persona homosexual nace o se hace, pues parece tener una respuesta en que “nace”. Y podríamos decir al final que esto hace parte de un proceso natural y que es completamente normal —Normal porque es natural—, y como es la naturaleza en acción, pues se podría decir que está bien porque, como la homosexualidad, la diversidad sexual es un asunto de la naturaleza. CHAO. FIN. IT’S OVER. É FINITO. —No. ¡Claro que no podemos terminar así!— Caeríamos en la clásica falacia naturalista al pensar de esta manera. La sexualidad humana es una vaina compleja.
Claro, todo lo que encontramos dentro de la naturaleza y en nuestra bioDIVERSIDAD nos da pistas para pensar que por ahí es el camino —¿o acaso los casi 4.000.000.000 [SÍ CUATRO MIL MILLONES] de años de prueba y error de la vida en este planeta no valen? Nuestra especie [Homo sapiens] apenas es un suspiro con trescientos mil años— . Sin embargo, no por eso deberíamos caer juicios de valor para decir que la diversidad sexual en los humanos “está bien” porque hay diversidad sexual en organismos como Nemo, que al final es un argumento que se repite entre la gente: apelar a la naturaleza y apelar a la ciencia.
“Puede que las ciencias naturales nos digan cómo ocurren estos procesos, ¿pero qué pasa con la dimensión y el desarrollo social, cultural y material de una persona?”, es la pregunta de Lina Cuellar Wills, historiadora y profesora de humanidades, literatura e historia en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Más preguntas. “¿Qué pasa si yo elegí? ¿Qué pasa si una experiencia de vida también influyó en la heterosexualidad o que yo sea lesbiana?”.
Para Cuellar, cofundadora y directora de Sentiido, una fundación colombiana que busca contribuir a la disminución de prejuicios y discriminación de personas LGBTIQ, “Esa información [científica] tenemos que ponerla en un contexto, en el que interactúe con la sociedad y la cultura. Porque la ciencia [biológica] existe, pero para entenderla también debe entenderse en el contexto en que se desarrollan esos resultados”.
En varias ocasiones, las páginas de la ciencia se han escrito de forma reduccionista, determinista y bajo una narrativa patriarcal. Hasta mediados del siglo XIX existía lo que en esa época la medicina llamó como “histeria femenina”, una enfermedad supuestamente asociada a la locura y la debilidad en las mujeres, responsable de varios síntomas que iban desde vómitos hasta dificultades para hablar. El tratamiento: masajes pélvicos, que en la época inducían el “paroxismo histérico”, mejor conocido hoy como el orgasmo. Estas prácticas eran realizadas por hombres de medicina que dictaminaban y ejecutaban. “Ese tema de poner a las mujeres a que tengan orgasmos es interesante, [...] parten de la base de que existe una patología sin reconocer que el cuerpo femenino es diferente al masculino”, explica Cuellar. Para ella, “La ciencia se planta desde el hombre para estudiar lo raro, y como las mujeres no tienen pene y tienen un hueco, entonces se estudia desde la carencia o lo ‘incompleto’ en las mujeres”.
Ante esto, una conversación descomplicada, como de bar, entre las ciencias sociales y las llamadas ciencias naturales enriquecería los puntos de vista. De alguna manera, como se refiere el neurólogo Alejandro Velásquez, se trata de encontrar esos cruces entre ambas partes. “Dentro de esa comunicación entre ciencias sociales y biológicas, las sociales podrían aportar a cómo se definen nuevas sexualidades. Luego, la biología y neurociencia, con esas definiciones, tratarían de buscar si hay un correlato”, comenta Velásquez. Para él es claro que los fenómenos culturales no cambiarían la estructura hipotalámica, pero sí cómo la persona en su contexto cultural expresa su sexualidad.
Imaginen a las ciencias sociales y naturales bailando a un tango en la pista de baile. Esto permitiría que aquello que no hace parte de lo “normal” se entienda, más allá de ser una categoría, como una forma de relacionarse con el mundo, que no necesariamente está en consonancia con la idea binaria y heteronormativa. Sobre este tipo de aproximaciones aparece la ecología queer que, en palabras de la socióloga y escritora Catriona Sandilands, es todo un conjunto de prácticas interdisciplinarias que tiene como objetivo transformar, de diferentes maneras, las articulaciones heterosexistas de la sexualidad y la naturaleza.
Como diría la ecóloga Brigitte Baptiste en una entrevista para la revista Arcadia:
La teoría queer propone no seguir pensando el mundo como un espacio “normal”, sino entender que el mundo es raro, a fin de poder adaptarnos a retos como el cambio climático. La mejor lección de la naturaleza es proteger lo anómalo porque allí es donde la evolución ha generado respuestas.
Ver la realidad con esta lente incluso complejiza la sexualidad, pues la lleva más allá de la mera reproducción. “Mi identidad es mucho más allá de mis relaciones sexuales. La gente tiende limitar el tema LGBTIQ a lo sexual: con quien te acuestas; si puedes tener hijos o no; si tienes pene o vagina... pero mi identidad no es solamente con quién me acuesto”, explica Cuellar.
Al respecto, Alejandro Velásquez opina sobre la necesidad de un cambio en el enfoque de la educación sexual, que tiende a estar limitada por lo reproductivo. “Debería ir mucho más allá de eso. La educación sexual debería incluir información en diversidad sexual. Así, dentro de esta diversidad, ahí sí explicar la importancia de la salud sexual y la salud reproductiva”.
Perspectivas como las de la ecología queer, dice Baptiste, "Mezcla las identidades orgánicas de los animales y de las plantas con la construcción de identidades culturales o personales, donde las relaciones son fundamentales: el cambio proviene de la capacidad de construir relaciones”, un diálogo continuo entre las diversas voces y miradas que hacen este mundo. Esto permite repensar y reinventar lo que entendemos como “natural”, los dualismos, las relaciones de los organismos en el planeta y la manera en que nos identificamos e interactuamos. De golpe, es ese espacio donde el empirismo científico se entrecruza con ópticas sociales para construir entre todos narrativas que no obedezcan al “deber ser” y trasciendan nuestro entendimiento tradicional del planeta, no solo en términos biológicos sino hasta en la creación de políticas públicas que no se funden en prejuicios sino en nuevas maneras de hacer parte de un todo.
Efraín Rincón es biólogo y periodista científico. Ha escrito para diferentes medios como Cerosetenta, Pesquisa Javeriana o el Toronto Star, sobre ciencia y medio ambiente. Es coproductor de Shots de Ciencia, una plataforma de divulgación científica.
Las iustraciones son de Paula Carvajal en Instagram: @pautipeep
Referencias
What does it mean to be human? En http://humanorigins.si.edu/evidence/human-fossils/species/homo-sapiens
Minireview: Hormones and Human Sexual Orientation En https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3138231/
Large-scale GWAS reveals insights into the genetic architecture of same-sex sexual behavior En https://science.sciencemag.org/content/365/6456/eaat7693
Darwin's legacy: the forms, function and sexual diversity of flowers En https://science.sciencemag.org/content/365/6456/eaat7693
Gender-bending fish En https://evolution.berkeley.edu/evolibrary/article/fishtree_07
Anemone bleaching increases the metabolic demands of symbiont anemonefish En https://royalsocietypublishing.org/doi/full/10.1098/rspb.2018.0282
Cascading effects of thermally-induced anemone bleaching on associated anemonefish hormonal stress response and reproduction En https://www.nature.com/articles/s41467-017-00565-w
"Nada es más 'queer' que la naturaleza": Brigitte Baptiste En https://www.revistaarcadia.com/agenda/articulo/nada-es-mas-queer-que-la-naturaleza-brigitte-baptiste/75875