Las vacunas contra el COVID-19: ¿Cómo llegamos a ellas y por qué auguran un futuro mejor?

Las vacunas contra el COVID-19: ¿Cómo llegamos a ellas y por qué auguran un futuro mejor?

Author: jfmartinez Fecha:Diciembre 23, 2020 // Etiquetas: recomendado, COVID-19, Covid19

 

Por  Luisa Torres 

El anuncio de varios laboratorios, por ejemplo el de Pfizer y Moderna, sobre dos vacunas con más del 90 % de efectividad contra el COVID-19 nos abre por fin la posibilidad de llegar a un mundo pospandémico, contra todo pronóstico y más temprano que tarde. Es una gran noticia no solo en el contexto del creciente número de casos y hospitalizaciones, sino también por lo que han significado las vacunas para la salud pública en el mundo.

Las vacunas son la herramienta más poderosa que tenemos contra las enfermedades infecciosas. Gracias a ellas, la poliomielitis se erradicó en Colombia en 1991, y los virus del sarampión y la rubéola no circulan en el país desde el 2014. Se espera que con estas nuevas vacunas se pueda también controlar y posiblemente erradicar la pandemia actual.

La noticia de la alta efectividad de dos vacunas contra el nuevo coronavirus se conoce menos de un año después de detectarse el primer caso de COVID-19 en Wuhan, China; un tiempo récord si lo comparamos con otras vacunas diseñadas para prevenir enfermedades virales. Por ejemplo, la vacuna contra las paperas, aprobada en 1967, tardó 4 años en desarrollarse. La vacuna contra el virus del papiloma humano, la causa principal del cáncer cervical, tardó 22 años en estar disponible, desde que el premio Nobel Harald zur Hausen descubriera las cepas del virus que causan cáncer cervical en 1984 hasta la aprobación de la vacuna en 2006

En el caso del COVID-19, la presión de la pandemia concentró el trabajo de científicos alrededor del mundo y entregó recursos económicos a empresas farmacéuticas con la infraestructura y talento humano para generar la vacuna más rápida de la historia. La operación ‘Warp speed’, el programa del gobierno de EE.UU. para apoyar el desarrollo de una vacuna contra el COVID-19, prometió invertir 10 billones de dólares y obtener 300 millones de dosis para enero del 2021.

Desarrollar una vacuna contra un virus es un proceso de décadas, por lo que haberla logrado en menos de un año merece más que aplausos. Varios factores influyeron para que así fuera.

  • El conocimiento que nos dejó los brotes del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) y el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), ocurridos en 2002 y 2012, respectivamente, nos ahorró tiempo durante las primeras fases experimentales de la vacuna contra el COVID-19. Ambos brotes aumentaron el interés de los científicos por estudiar los coronavirus y en desarrollar vacunas contra ellos. El virus que causa SARS y el que causa COVID-19 son idénticos en casi un 80% y atacan a las células del cuerpo humano de forma similar.
  • Los ensayos clínicos son la parte más crítica del proceso de desarrollar una vacuna, debido a que su objetivo es demostrar su seguridad y efectividad en muchas personas. Los ensayos clínicos se dividen en fases 1,2 y 3.  Los estudios de fase 1 prueban la vacuna  en menos de 100 personas, los de fase 2 en cientos, y los de fase 3, en miles. Moderna realizó estudios fase 3 en 30.000 voluntarios en EE.UU., mientras que los estudios fase 3 de Pfizer se realizaron con más de 43.000 participantes. En condiciones normales, estos estudios podrían tardar al menos 4 años, ya que usualmente pasan meses en los que los investigadores revisan los resultados de cada fase antes de que los estudios de las fases siguientes se aprueben. Para lograr completar las 3 fases en cuestión de meses, Pfizer  combinó las fases 1 y 2  en un solo estudio y Moderna realizó las fases 2 y 3 en simultáneo.
  • Una vez se demuestra la seguridad y efectividad de una vacuna, el último paso es asegurar la producción a gran escala para distribuirla. Hacer un plan de manufactura normalmente puede tardar hasta 7 años, tiempo en el cual se decide cómo empacarla, cómo distribuirla y cómo almacenarla. También se requiere construir  plantas de manufactura, cuyo diseño depende del tipo de vacuna. La fundación Bill y Melinda Gates invirtió en la construcción de 7 plantas distintas para 7 vacunas diferentes, con el fin de acortar el tiempo entre la aprobación de la vacuna y la producción. 

En un proceso convencional tener una vacuna segura y efectiva contra el COVID-19 habría tardado unos 16 años: 4 años para investigaciones académicas, 4 para ensayos clínicos, 7 para construir plantas de manufactura y ejecutar un plan de distribución, y uno más para la aprobación. La posibilidad de reducir este tiempo significativamente no habría sido posible sin el liderazgo conjunto del sector público y privado y del trabajo duro de muchos científicos, quienes además desarrollaron no una sino 2 vacunas que, de ser aprobadas, serían las primeras en emplear una tecnología nunca vista.

El objetivo de toda vacuna que previene enfermedades virales es estimular al sistema inmune para que produzca anticuerpos que neutralicen el virus. Muchas vacunas, como las del sarampión o las paperas, son versiones atenuadas de estos. Estas versiones son inofensivas, pero aun así logran entrenar al sistema inmune para atacar al virus en caso de una infección real. A diferencia de otras vacunas,  las anunciadas por Pfizer y Moderna usan ARN mensajero, material genético que contiene instrucciones sobre cómo hacer una pequeña parte del virus. Este tipo de vacunas son más seguras porque no usan el virus en sí y requieren un proceso de manufactura más simple, ya que no se necesita cultivar el virus en grandes cantidades como sucede con las vacunas contra el sarampión o el polio. La vacuna se inyecta en el brazo. Las células de los músculos reciben las instrucciones de cómo hacer una parte del nuevo coronavirus. Al hacerlo, el sistema inmune reacciona y crea anticuerpos que neutralizan el virus en caso de una infección. 

Un reto importante será la distribución. El ARN mensajero es inestable y requiere refrigeración a muy bajas temperaturas. La vacuna de Pfizer necesita estar a - 70°C, lo que dificultará la distribución en países como Colombia donde las temperaturas son altas. En este caso, es probable que contemos con mejor suerte con la vacuna de Moderna, que se podría almacenar a temperaturas entre los 2 y los 8°C hasta por 30 días.

Ambas vacunas representan un salto para la humanidad, al incorporar una tecnología nueva en el mundo de las vacunas que promete ser más segura y fácil de producir que las existentes y al lograrlo en tiempo récord. Ambas son muestra de que el comienzo del fin de esta pandemia está cerca. 

 

Luisa Torres, PhD

Comunicadora científica, LifeOmic

LinkedIN: https://www.linkedin.com/in/luisa-torresduque/

Las ilustraciones son de Alejandra Monsalve Palencia

 

 

 

 

ALIADOS