Por Adolfo Ochoa para Nota Uniandina
Matador dice que mientras él crecía nadie le enseñó que hay que aprender a morir, pero que una lección “tremenda” que le dio su padre durante su proceso de eutanasia fue justamente esa: hay que aprender a hacerlo a tiempo, cuando uno está listo y nadie tiene por qué intervenir en esa decisión. “El día más duro y, al mismo tiempo, más bonito de mi vida y, creo, que el de muchos miembros de mi familia, fue cuando mi papá cerró los ojos y por fin descansó en paz después de una lucha terrible contra el cáncer —cuenta el caricaturista colombiano, cuyo nombre real es Julio César González—. Fue tremendo verlo sufrir, pero cuando todos comprendimos que él ya estaba listo para irse de este mundo, para nosotros se convirtó en una prioridad que él lograra su transición”.
Matador cuenta la historia de don Ovidio con algo de socarronería. Habla del cáncer, de su lucha estoica contra esa enfermedad que le tumbó los dientes, le arrancó parte del rostro y le arrebató más de 30 kilos.
Habla de los cinco años de padecimiento y de su pelea de varios meses contra el sistema de salud colombiano para que le aplicaran la eutanasia. Narra, sin perder el mismo tono de ironía y sarcasmo que inyecta en sus caricaturas, cómo el día que iba camino a una clínica para darle fin a su pelea contra el cáncer, los médicos encargados del procedimiento lo llamaron para cancelar y cómo eso fue un golpe casi tan duro para su familia como el terrible diagnóstico cinco años atrás.
Y, finalmente, cuenta cómo eso terminó de convencerlo de que nadie tiene por qué vivir una vida que no quiere si existe la posibilidad legal de una muerte digna, que evite sufrimientos indescriptibles.
“En sus últimos meses solo sentía dolor, no podía ni siquiera masticar la comida. Ya la morfina no le ayudaba. Perdió parte de su rostro y empezó a depender de otros para actividades de su vida cotidiana como bañarse y limpiarse. Eso lo golpeó muy duro porque él siempre fue un hombre independiente y fuerte, que se valía por sí mismo”.
El 3 de julio del 2015, después de tener que recurrir a una tutela para garantizar un derecho que ya era legal en Colombia, el padre de Matador pudo acceder a la eutanasia y se convirtió en el primer colombiano en usar ese derecho con el respaldo del sistema de salud.
La intensa lucha de casi un año de don Ovidio para poder morir ocurrió pese a que la eutanasia en Colombia ha sido legal desde 1997, cuando la Corte Constitucional, a través de la Sentencia C-239, reconoció que la muerte digna es un derecho fundamental, autónomo y separado del derecho a la vida.
Desconocimiento, el principal obstáculo según datos del Ministerio de Salud, desde 2015, cuando se le practicó la eutanasia legal al padre de Matador, y hasta enero del 2018, en Colombia se habían aprobado 28 procedimientos de este tipo. No se conocen registros de muertes asistidas entre 1997 y 2015 (año del deceso de don Ovidio), pero expertos aventuran hipótesis sobre procesos de muertes asistidas que se llevaron a cabo en la clandestinidad, posiblemente efectuados por médicos allegados a las personas que padecían una enfermedad terminal o un dolor intenso sin pausa alguna.
Lucas Correa, director de investigaciones del Laboratorio de Derechos Económicos y Culturales (DescLAB), considera que, aunque es verdad que se ha avanzado en abrir camino legal y médico a la eutanasia en Colombia, todavía existe mucho desconocimiento entre la ciudadanía y las entidades de salud encargadas de garantizar una muerte digna a quien lo requiera y cumpla con los requisitos para recibirla.
Por ello, en abril de este año en la Universidad de los Andes se lanzó #TomaElControl, una iniciativa del Laboratorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales para difundir, ejercer y proteger el derecho a morir dignamente. En esta iniciativa digital se encuentra información sobre el derecho a morir dignamente, la ruta para ejercerlo, respuestas a las preguntas más frecuentes y algunas herramientas jurídicas de utilidad para garantizar los derechos humanos en el fin de la vida.
Una de las razones para que la eutanasia en Colombia estuviera solamente en papel durante estos años fue la falta de regulación que debía hacer el Congreso de la República.
Apenas en el 2015, el Ministerio de Salud la reglamentó por vía administrativa, para destrabar procesos en las EPS que se negaban a realizar estos procedimientos por temor a incurrir en una irregularidad jurídica. Alejandro Gaviria, ministro de Salud y exdecano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, explica el papel de su cartera en el avance de la eutanasia en el país.
“Desde el Ministerio se expidieron dos resoluciones: la 1216 de 2015 definió cómo deben conformarse y actuar los comités científico-interdisciplinarios para el derecho a morir con dignidad, y la 4006 de 2016 creó un comité dentro del Ministerio de Salud para analizar los reportes de aquellos comités. Aparte de eso, hemos estado presentes en varios foros, ofreciendo asistencia técnica. Es un tema que requiere bastante pedagogía”.
Gaviria asegura que a partir de la sentencia T-970 de la Corte Constitucional está garantizada la seguridad legal de los médicos que la practiquen en Colombia, siempre y cuando se ciñan a la reglamentación respectiva.
Eso significa que el paciente tenga una enfermedad terminal debidamente diagnosticada, que genere intensos dolores y que haga la vida indigna de ser vivida, así como que haya manifestado el consentimiento libre, informado e inequívoco de ejercer su derecho a morir dignamente.
Los mismos requisitos que cumplía don Ovidio, el papá de Matador, quien tuvo que esperar meses para poder morir de manera digna pero que, con su sacrificio y paciencia, pavimentó el camino que hoy recorre la eutanasia en Colombia
Artículo de Adolfo Ochoa publicado originalmente en Nota Uniandina
Imáganes usadas cortesía de Nota Uniandina.