Adaptación hidráulica Zenú: Innovación de la cultura de las aguas
El comité de niñas y niños
El comité de niñas y niños de la organización busca educar a los hijos de los miembros de la organización en preceptos nuevos que van más allá del aprendizaje como lo concebimos. “Conocer, entender y aplicar” repite constantemente don Baudelino, fundador de esta iniciativa, para así “formar niños sin miedo para la revolución pacífica. No es un acto poético decir que somos hijos de la tierra, la vida es un derecho”.
Estos niños son el cambio generacional con el cual el legado de PAOCOS se mantiene y mira al futuro, hacia un nuevo pensamiento en donde todos hacemos parte de un mismo organismo al cual nos debemos y que debemos preservar.
Esta crónica fue escrita por Julio Barrera Moreno. Julio realiza imágenes porque a través del lente de su cámara, no sólo puede registrar y retratar el mundo, sino además, acercarse a diferentes realidades.
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Canastos sostenibles
La asociación EcoZetaquira ha reunido desde hace 10 años a los productores de canastos artesanales con caña de gaita de Zetaquira, Boyacá para ayudar a distribuir sus productos y asegurarles los recursos necesarios para continuar con sus labores.
Sin embargo, la asociación también tiene como objetivo fomentar relaciones sostenibles en la comunidad que usa la gaita (un recurso natural presente en el páramo) y preservar los saberes de los artesanos y artesanas.
La tala indiscriminada y descontrolada de la gaita durante los últimos 70 años ha generado un desabastecimiento del recurso hasta el punto de que la planta esté cerca de la extinción.
Historias
Doña María Rosa Sánchez ha producido canastos desde que era adolescente. Ella es un referente en la producción a nivel nacional. Cuenta con orgullo cómo ha sido invitada a ferias por todo el país y cómo sus canastos han viajado por todo el mundo.
Como casi todos los artesanos productores de canastos ha visto que gracias al turismo la producción vuelve a tener mercado y valor dentro de la sociedad y como miembro de la asociación EcoZetaquira ha encontrado apoyo para la distribución de su producto; además se siente valorada en su labor como maestra artesana, patrimonio de una sociedad que quiere resguardar la memoria y que en sus artesanos encuentra las raíces los ancestros.
Así como ella, Don Tobías Moreno se ha dedicado toda la vida a la extracción de la gaita y producción de canastos artesanales junto con su esposa doña Esclavación Romero. Gracias a esta actividad han sacado adelante a su familia y su matrimonio de más de 50 años. Sin embargo, con el paso de los años, cada vez es más difícil encontrar caña, y el mercado de canastos se hace más exclusivo y excluyente, lo que dificulta la supervivencia para esta humilde familia. Don Tobías espera que con las dinámicas de sostenibilidad propuestas por la asociación EcoZetaquira regresen mejores tiempos para la extracción de caña y con ello, mejoramiento en la economía familiar.
La gaita
Más que un recurso natural de sustracción, la gaita es un patrimonio inmaterial que hace parte de la memoria en la población de Zetaquira. Asegurar su conservación no solamente es importante desde el punto de vista económico y cultural, sino que además representa salvaguardar la memoria y las tradiciones del pueblo Zetaquirense.
A lo largo de los años, la extracción irresponsable ha derivado en escasez de la materia prima y posible extinción de la planta. Para ello se debe trabajar en crear un sistema de cultivo, producción que respete los sistemas ecológicos de la región, que aseguré la supervivencia de esta planta que ha sido durante años patrimonio de la región.
Para Manuel Galvis Rueda, profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia UPTC en el área de ecología y ecosistemas, el reto que enfrentan los productores artesanales es encontrar un sistema de extracción de la gaita que sea sostenible. Y para desarrollar a profundidad esto, la comunidad ha sido una de las ganadoras del concursoA Ciencia Cierta, Desarrollo Local Para Transformar Realidades del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Con este premio se espera convertir este tema en algo que ayude a la comunidad y al medio ambiente a desarrollar procesos artesanos sostenibles con la extracción del recurso de la gaita.
Esta crónica fue escrita por Julio Barrera Moreno. Julio realiza imágenes porque a través del lente de su cámara, no sólo puede registrar y retratar el mundo, sino además, acercarse a diferentes realidades.
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Florece la innovación
Lebrija está ubicada a tan sólo unos 15 minutos del Aeropuerto Internacional de Palonegro de Bucaramanga. A pesar de estar tan cerca de la urbe, el municipio emana un fuerte ambiente rural, campesino. La gente va de sombrero, botas de caucho, machete al cinto. Pululan los almacenes de insumos agropecuarios, las antiguas tiendas de abarrotes y los cafetines.
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El pueblo, pequeño, limpio, pacífico está organizado al viejo modo alrededor de una generosa plaza central dominada por la iglesia, la estación de policía, el colegio y el palacio municipal. En la plaza los mayores madrugan a tomar el tinto, la gente espera sus citas, hay juegos de dominó, venta de raspados con agua de colores endulzadas. A tan solo 30 minutos de la capital se siente como si se estuviera internado bien adentro del campo santandereano.
Las labores agropecuarias son la columna vertebral de la economía. Son célebres sus cultivos de cítricos, de guanábana, cacao, maracuyá, habichuela, los galpones de cría de pollos, el ganado… Pero nada como la piña. Cinco minutos en sus calles y ya entiendes por qué fue declarada la capital piñera de Colombia. Una piña es el escudo del municipio, hay esculturas de piñas en sus calles, piñas pintadas en las escaleras que llevan a los barrios altos, los almacenes, las empresas de transporte, las tiendas, las emisoras llevan dibujos de piñas, nombres o slogans como la piñerita o el piñal. Basta salir unos pocos kilómetros del casco urbano para contemplar en el horizonte las hectáreas y hectáreas del cultivo de esta fruta en las que se producen cerca de 150 toneladas de piña al año.
Ahora bien, exceptuando recetas que se ofrecen en tiempos de festividades y algunas artesanías inspiradas en este cultivo, no se hace otra cosa con la piña más que vender la fruta. No hay enlatados, ni conservas, salsas o algún tipo de producto procesado derivado de este insumo.
En cuanto a las técnicas de cultivo, la piña allí se trabaja igual que hace 30 años. Quizá los únicos cambios o adelantos provienen de la adopción de nuevos productos agroquímicos, pero nada más. Es en este contexto que surge y adquiere un especial valor la iniciativa “Jornaleando la fibra de piña”, impulsada por la Asociación de padres de familia de la Escuela Municipal de Artes de Lebrija, El Valle del Piñal. Ellos vienen trabajando en la producción de papel y telas a partir de los residuos que deja el cultivo de piña.
Esta experiencia de aplicación de ciencia, tecnología e innovación los ha hecho merecedores del premio A ciencia Cierta. Desarrollo local para transformar realidades (2020) de Minciencias.
Cuando arte y ciencia se dan la mano
Era el año 2013. Varias de las personas que hoy dan vida a la experiencia de fabricar papel a través de los desechos del cultivo de piña estaban metidos de cabeza en un proyecto de reconstrucción de la memoria histórica y protección de la identidad cultural del municipio de Lebrija. Iban de aquí para allá hablando con los abuelos de la comunidad, con historiadores, haciendo videos, pinturas, rescatando documentos antiguos, fotografías, escribiendo relatos acerca del origen de la comunidad, sus costumbres, sus mitos fundacionales y los momentos clave que contribuyeron a forjar la identidad del municipio. Se trataba de un proyecto que mezclaba un poco de historia, etnografía, escritura, museología, arqueología, en fin, todo aquello que sirviera para rescatar y preservar el patrimonio cultural e inmaterial de Lebrija.
El afán de rescatar la historia y la memoria del municipio obviamente los cruzó con el tema de la piña. De dónde había surgido esta empresa, quiénes habían sido los primeros cultivadores, por qué en el gobierno del presidente Guillermo Valencia se declaró a Lebrija capital piñera de Colombia, cuándo se empezó a celebrar la Feria de la piña, etc., etc. Estas preguntas por la historia también los llevó a tratar entender el presente de ese cultivo. Cuántas hectáreas se cultivan, cuántas familias y empleos produce, cómo se cultiva, cuáles son los retos y desafíos que enfrentan los productores hoy en día.
El estar inmersos en las labores de este proyecto cultural hizo que un día recibieran una invitación para asistir en Bucaramanga a un taller de cómo hacer papel reciclado. Lo organizaba un literato y gestor cultural (Henry Buitrago, a la derecha en la foto) y lo dictaba un artista plástico, experto y estudioso de la creación de papel a partir de fibras naturales (Armando Chicangana, a izquierda en la foto). Durante aquel taller escucharon al maestro Chicangana decir que era posible hacer papel de fibras naturales extraídas de las hojas de la piña. Y ahí se hizo la magia. Juntaron esta afirmación con todo conocimiento que habían acumulado al respecto del cultivo de piña en su municipio y se pusieron manos a la obra. Intentarían por ellos mismos hacer papel a partir de hojas de piña. Ya no se trataría de una investigación histórica o etnográfica, ahora enfilarían su interés hacia la ciencia, la técnica, para tratar de encontrar el proceso ideal para aprovechar los residuos que dejan los cultivos.
San José del Guaviare 1
San José del Guaviare 2
Asociación María Luisa
Tumaco es una población de tradición camaronera donde la violencia y las dificultades de carácter socioeconómico han golpeado fuertemente a su gente. Sin embargo, haciendo frente a la adversidad nació la Asociación María Luisa, liderada por Salmón Salazar, una persona que ha vivido en carne propia el conflicto y que con sentido social y crítico ha ideado alternativas para su comunidad.
La asociación se ha esforzado en retomar y fortalecer la industria camaronera en la población, apoyados por la tradición de producción; además, ha generado una propuesta que impacta a la población femenina más vulnerable.
Salmón Salazar
Salmón Salazar creó la Asociación María Luisa como homenaje a su madre, de quien tomó el nombre para titular su propuesta. Su idea es retomar la tradición camaronera de Tumaco e impulsar su potencial junto con otros productores y organizaciones. Todo esto no tiene detrás una idea única de enriquecimiento, sino el fin de generar una revolución local productiva que impacte en la población.
Para Salmón, “Tumaco tiene el potencial para ser un centro de producción de camarón a nivel mundial, pero esto solo será posible en la medida en que nos asociemos y pensemos como sociedad y que le apostemos al enfoque ambiental”. Su perspectiva es que el éxito económico es difícil por el precio final del producto, además se debe dejar una parte para el consumo del hogar. Sin embargo, señala que lo más valioso de la comunidad es encontrar oportunidades donde antes no habían y a partir de ellas empezar a mejorar las condiciones.
La asociación tiene claro que solo desde los procesos comunitarios se puede alcanzar mayor equidad y oportunidades de trabajo estables. Es por eso que parte de las iniciativas es compartir el conocimiento adquirido en los diferentes procesos de producción con otras entidades. En Tumaco perviven una serie de prácticas ancestrales y, a su vez, técnicas que han sido eficientes.“El conocimiento es universal”, dice Salomón; “y de este se desprende el progreso”.