Adaptación hidráulica Zenú: Innovación de la cultura de las aguas
Giraldo Antonio Martínez
Él es Giraldo Antonio Martínez, miembro de la Asociación Agropimentera del Valle del Guamuez -ASAPIV-. El sueño de Giraldo, como el de muchos en el Valle del Guamuez, era hacerse a un pedazo de tierra para poder tener su propio cultivo de coca. Dejar de ser empleado en la siembra de otros. En su mente daban vueltas las mismas cuatro o cinco seductoras ideas: "La coca crece rápido... La venta es fija... El comprador viene a la puerta de la casa... Es una mera chuspita y no hay que pagarle transporte.... La pagan en efectivo... No hay que fiar.... No se brega... Está bueno el precio..." (Y pasaba por alto todos los aspectos negativos alrededor de este negocio).
Pues bien, resultó que el ejército fumigó con glifosato en cierta zona y entonces las tierras, que quedan estériles por la acción del veneno, se pusieron baratas. Giraldo, confiado en el poder de los agroquímicos, cerró los ojos y compró un lote que estaba dedicado a coca. Algunas pocas matas habían quedado en pie. Empezó meterle trabajo para levantar su propio cultivo. Pero se le atravesó en la vida la pimienta, y el proyecto ASAPIV y su gente, y su historia dio un giro radical...
Han pasado algo más de 10 años desde que se involucró con la pimienta y en la imagen están los resultados. Pimienta orgánica de primera calidad, piña, cítricos, yuca, plátano, también tiene cacao, mango, papaya, pollos, curíes, ahuyama... Todo el predio está fertilizado de manera orgánica, usa biocompuestos, insecticidas biológicos. Sus cultivos tienen certificación de Buenas Prácticas Agrícolas del ICA. Produce alimentos para el consumo y otros para la venta. Ha recuperado las fuentes de agua y está rescatando especies nativas de bosque. Sin mucho más que el bachillerato, su discurso enumerando microrganismos o nutrientes en el suelo es el de un ingeniero agrícola. Un cambio de chip, un cambio mental. Dejar la cultura atada a los cultivos ilícitos por una vida que produce respetando la naturaleza y la vida.
Quizás gane menos dinero, se trabaje un poco más, pero el aprendizaje y cambio de vida, Giraldo no lo cambia por nada.
Padrino tecnológico
El concurso 'A Ciencia Cierta' de Minciencias busca asociaciones que estén creando, adaptando o empleando ciencia y tecnología para dar solución a problemas puntuales de los colombianos. Los ganadores reciben 90 millones de pesos para mejorar sus iniciativas y otro pago que en el fondo trae quizá más empuje que el dinero mismo. Se trata de los padrinos o madrinas tecnologícos. Un componente de este premio que es poderoso y la vez mágico, veamos por qué.
Una vez los ganadores han sido elegidos (la decisión final la tomamos los colombianos a través de una votación pública vía internet, como en los concursos gringos), Minciencias busca expertos y expertas que estén interesados en brindar acompañamiento en áreas en las que el proyecto le vendría bien fortalecerse. Ya sea en cuestiones técnicas o científicas, o en asuntos legales, de comercialización (si es una iniciativa productiva), de certificaciones, en fin, lo que el proyecto necesite.
Estos padrinos o madrinas no tienen una retribución económica a cambio. El Ministerio hace una convocatoria abierta y ellos se presentan. Es pura voluntad, altruismo, asunto de convicciones. Y ahí hay una magia rara, la puerta a una nueva dimensión que se abre.
Francisco Libardo Samudio Palacios trabaja para el ICA brindando acompañamiento a productores agropecuarios que buscan certificarse en Buenas Prácticas Agrícolas (BPA), un certificado que indica que tus cultivos cuidan la naturaleza, están libres de agroquímicos y protegen la vida de quienes trabajan allí. Tiene trabajo hasta la coronilla, pero algo lo tocó que lo hizo ofrecerse como padrino. Uno de los objetivos de la iniciativa ganadora de los pimenteros del Valle del Guamuez es lograr certificar los cultivos de 25 nuevas familias que hace poco cambiaron coca por pimienta (aparte de los 119 que ya tienen su certificado bajo el brazo). Francisco es el hombre perfecto para eso. El día de la ceremonia de entrega del premio nos dijo:
"la pimienta del Putumayo no solamente es orgánica y de altísima calidad. Cuando la pruebo y siento su picor pienso en todas esas familias que se están dedicando a su cultivo, pienso en la paz y la seguridad que está trayendo a nuestro campo. Eso me hizo ofrecerles mis servicios".
Gloria Jenit Morán Pinchao
Los paramilitares la desplazaron. Con el tiempo regresó al Valle del Guamuez a través de la Unidad de Restitución de Tierras que le otorgó un predio de una hectárea y media. Gloria Jenit pidió ayuda para iniciar un proyecto productivo de ganado con el cual reconstruir su vida, pero le dijeron que no era posible debido a que el área del terreno no era apto para la ganadería. Le hablaron de la pimienta y Gloria, que no quería saber nada de coca, se le metió. A su esposo en cambio no le gustó la idea. Se opuso, pero ella no tenía reversa. "Le dije: raja o presta el hacha, o se va, y se fue. Lo que no sirve que no estorbe. Yo ahora estoy bien, se gana menos, pero estoy tranquila ", dice con una expresión que no sabe si es tristeza, resignación o la mera determinación.
Humberto Recalde con sus frutos mirando al horizonte
A los ocho años, Humberto Recalde perdió a su padre. Quedaba él a cargo de su madre, en situación de discapacidad, y de tres hermanos. En la década de los ochenta del sigo que acaba de pasar dejó Nariño para mudarse al Putumayo. Sin estudios iba tras la bonanza de la coca y sus promesas de gordas ganancias. A la final nunca entró a aquel negocio. Se enganchó en el tema de la agricultura orgánica y decidió hacerse un lugar entre los pioneros de la siembra de pimienta en esta región. ¿A dónde lo terminó llevando esta decisión?..
Hoy en día su cultivo se ha convertido en un laboratorio de investigación, experimentación y transferencia para todos los pimenteros de la región. Si alguien quiere “evangelizar a un paisano con este tema que tiene mucho de ciencia”, lo lleva al terreno de Humberto. Una o dos veces al año viaja a la Guayana a dictar cursos de cultivo de pimienta y vainilla orgánica. Mantiene intercambios de conocimientos con cultivadores en Vietnam, India, Brasil, Sri Lanka... En la actualidad trabaja como asesor para la Food and Agriculture Organization (FAO) de las Naciones Unidas y acompaña a la Asociación Agropimentera del Valle del Guamuez -ASAPIV-. Cuando le preguntas qué fue lo que lo llevó a escoger ese camino dice que el hecho de pensar en qué Putumayo le iba a dejar de herencia a sus hijos. Ya luego, dice, “fue muy rápido y fácil enamorarme de la naturaleza y de todo el conocimiento que está detrás de la agricultura limpia y la pimienta”.
José Patrocinio Martínez pimienta y canasto
Para los campesinos pimenteros asociados en ASAPIV, un archirrival a vencer es una cultura en la forma de trabajar la tierra que es la heredada de tantos años dedicados a los cultivos de coca. Al cocalero no le tiembla la mano para usar pesticidas, no, ni para arrojar residuos a las fuentes de agua, talar bosques, usar abonos químicos de dudosa reputación. Quiere ver su coca frondosa en un parpadeo. El que se mete a la pimienta orgánica con ASAPIV tiene que aprender en cambio a cuidar el agua, el bosque, los animales, a fertilizar de manera orgánica, reforestar, controlar plagas con productos biológicos que él mismo necesitará aprender a preparar porque no se los venden... Al comienzo a muchos les cuesta. Algunos piensan en renunciar. Sin embargo, algo pasa, hay una magia en ese propósito que termina convirtiéndolos a todos en unos apasionados de la agricultura orgánica y el cuidado de la vida.
Juan Tovar
-Cuando iniciamos en este negocio de la pimienta orgánica estaban pagando la libra a 22 mil pesos. Hoy, sobre todo por el contrabando de pimienta del Ecuador que no es orgánica, la libra está apenas a 7 mil. Es muy triste esta caída del precio, pero en todo caso hay cosas que nos ha traído este cultivo que no se compran con ninguna plata.
-¿Como cuáles?
-Pues primero, lo que es aprender la agricultura limpia y orgánica.
Luego, fíjese, nos la pasamos yendo a capacitaciones, talleres, aprendiendo, estas son oportunidades que un cocalero no tiene.
También nos reunimos seguido y compartimos, entre nosotros nos hemos unido, antes era pura desconfianza entre vecinos.
Y nos hemos acercado a las autoridades, también a las opciones que brinda el Estado, que eran cosas que no podíamos hacer.
Se siente uno orgulloso decir a qué se dedica. Y así, ganancias que no tienen precio.
Coronel Sandoval
Una vez al mes, la Asociación Agropimentera del Valle del Guamuez - ASAPIV despacha un pedido de una tonelada con destino restaurantes y condimenteras de Medellín. La mercancía se transporta en un camión del Ejército Nacional. Lo primero que uno piensa cuando escucha esto es que ha de deberse a problemas de seguridad que exigen que la pimienta viaje en convoy militar, pero no, es simplemente una iniciativa del coronel del Ejército Hugo Sandoval. Es la manera como a él se le ocurrió que podía dar una mano a estos campesinos que están reescribiendo la historia de la región. La Gobernación pone el combustible, el Ejército el camión y a los pimenteros les corresponde cosechar una pimienta orgánica de primera calidad.
Por cultivarse en territorio amazónico, la pimienta del Putumayo tiene mayores niveles de piperina, el compuesto que le da el picante. A esta característica especial se suma el hecho de que es pimienta totalmente orgánica certificada que además brinda una alternativa a las familias de la región interesadas en dejar atrás economías ligada a la siembra de cultivos ilícitos.
Fotos y textos de Delio Aparicio, Delio es periodista y fotógrafo documental. La pregunta que guía su actividad es cómo lograr mensajes actuales y atractivos orientados a la educación, el cambio cultural o social.
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La historia de Franklin y el café
Franklin Espitia tiene un cultivo de menos de una hectárea de café, normalmente él con sus propias manos recogía las cosechas y las llevaba hasta la Asociación de Cafeteros en Fusagasugá y esperaba un mes o un poco más a que le llegara su pago. Resultó que en cierta ocasión no podía esperar todo ese tiempo. No había un centavo para el sostenimiento de la casa, de su esposa, de sus dos hijas. La urgencia lo obligó a pensar en alternativas. Concibió la idea de tostar el café en una olla de barro, lo molería y saldría a venderlo él mismo. No sabía a dónde ni a quién, pero era lo único que se le ocurría para conseguir dinero rápido. El primer tueste lo ofreció a la gente de su vereda, no tenía a quién más. Ellos también son caficultores, pero lo normal es que vendan sus granos verdes y que para el consumo del hogar compren café en el mercado. Tostándolo en casa, el café de Franklin salía más económico, así que ¿por qué no intentarlo? Era un favor lo que le pedía a sus compradores, más por ayudarlo a salir de la urgencia que por cualquier otra cosa.
Resultó que el café se vendió y gustó, la gente quería más. Y al vender su café tostado Franklin descubrió que ganaba mejor. Se puso entonces a tostar más café en la olla de barro con leña. Pero trabajando así se producía mucho humo, era engorroso y agotador. Había que pensar en algo para tecnificar el proceso. Como el precio de una tostadora industrial era inalcanzable, Franklin, que ni siquiera terminó la primaria, se puso a leer sobre el proceso de tostado y a indagar cómo funcionaba una tostadora. Había decidido que construiría una propia.
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Tostar café es un proceso altamente técnico
Para que la bebida quede exquisita se deben dar transformaciones químicas complejas y muy controladas. Sólo así se saca el mejor provecho del grano. Hay que controlar humedad, temperatura, distribución del calor, evaporación del agua, oxidación de los granos. Así se controla la acidez, el color, los azúcares que darán al café su aroma y su dulzor. Todas estas cosas estudió Franklin para construir su tostadora artesanal. El primer prototipo usaba el motor de una vieja lavadora, luego lo reemplazó por un compresor, luego fue cambiando el diseño de la cámara de tueste, la capacidad, el tipo de combustible usado, la chimenea de escape. Sus primeras tostadoras no medían la temperatura, ni la humedad, todo el proceso se hacía al ojo, por decirlo así. Con el tiempo le integró un termostato, un enfriador, sensores, ductos, controladores de combustible, de flujo de aire y así a poco a poco hasta que llegó a una tostadora híbrida, partes construidas por él, partes de fabricantes, con la cual controla todas las variables y la curva del proceso de tueste al igual que lo haría una tostadora profesional de fábrica.
De hecho, su último prototipo incluye un controlador automático computarizado, programado con lenguaje arduino, en el que participó su hija mayor que también terminó involucrada en el desarrollo de la máquina. Paralelo al proceso de construcción de sus distintos modelos, Franklin se fue capacitando para adquirir las habilidades que necesita un buen tostador de café. Aprendió a distinguir los perfiles, los distintos orígenes de los granos y sus particularidades, aprender a probarlos y degustar sus aromas, los niveles de tueste, los colores. Todo este esfuerzo se tradujo no sólo en mayor demanda para su café, sino que otros productores mostraron interés en transformar y comercializar su propia materia prima y así obtener mejores ingresos.
La comunidad y el café
Los campesinos colombianos con unidades productivas pequeñas y medianas en la mayoría de casos no logran darle valor agregado a lo que producen por la falta de tecnología y procesos de innovación para transformar sus productos. Esto hace que deban casi siempre resignarse a vender sólo materias primas, quedándo así con las menores ganancias de la cadena de valor. La aparición de la tostadora artesanal de Franklyn en su vereda rompió este hechizo. Cada vez más personas de la vereda querían ir a tostar su café allí. Al ver la máquina funcionando y la calidad de café que obtenían con sus granos, al ir aprendiendo sobre el proceso de la tostión y de cómo mejorar sus productos, decidieron asociarse. En 2016 fundaron, sobre las bases que había construido Franklin con su tostadora artesanal, la Asociación de Productores y Comercializadores de alimentos 'De finca'. La asociación la conforman ahora 35 familias caficultoras de las veredas del sur del municipio de Fusagasugá. Teniendo ya resuelto el problema del tostado, se dieron a la tarea de diseñar y construir, valiéndose de materiales y recursos disponibles en la zona, equipos artesanales para la trilla, la molienda y el empaque del café. Todo mediante procesos participativos de cocreación. Ahora procesan y comercializan 2 mil kilos de café pergamino de sus cosechas. Con estos desarrollos y adaptaciones de tecnología agregan valor al café que producen.