Por Andrés Carvajal
Pistas del covid-19 para sobrevivirnos a nosotros mismos
La capacidad de adaptación del Homo sapiens le ha permitido vivir en las sabanas, las estepas, los desiertos cálidos y fríos, las selvas húmedas tropicales, los polos, las cumbres. Le permitió sobrevivir a la última glaciación, que encima aprovechó para llegar a América (o para volver a llegar, según parece indicar reciente evidencia), cual meme del perro musculoso del pasado, caminando sobre los mares congelados de Bering mucho antes de que el Waze de las carabelas de Cristóbal Colón se equivocara y lo llevara al Caribe. Es tan fantástica la capacidad de adaptación del Homo sapiens que incluso ha podido sobrevivir a las distintas sociedades que ha creado desde la prehistoria: a las tribus nómadas, a las monarquías, a lo imperios, al Estado-Nación, a la “tristeza” de los emos, a la “alegría” del tropipop, incluso –por ahora– ha podido sobrevivir al neoliberalismo. Sobre todo ahora, en el Antropoceno, o como sea que nombremos el tiempo en que cambiamos el planeta, el reto del ser humano es sobrevivirse a sí mismo y a sus geniales creaciones sociales.
La pandemia ha destapado muchas de las condiciones adversas de esta sociedad que, por estar adaptados a ellas, sentíamos con anestesia: desigualdad social y de género, injusticia tributaria, cambio climático, sistemas de salud y educación desiguales y sin suficiente financiación, en fin, las mieles del sistema. Algunas cifras de Oxfam de principios de 2020 nos dan una idea de lo dulce y melcochudo de estas mieles: “Los 22 hombres más ricos del mundo tienen más riqueza que todas las mujeres de África. Los superricos eluden hasta el 30 % de sus obligaciones fiscales. En la actualidad, hay 258 millones de niñas y niños sin escolarizar: uno de cada cinco. Cada día, 10 000 personas pierden la vida por no poder costearse la atención médica”.
Espero que la pandemia nos esté haciendo doler el callo que habíamos sacado para soportar grandes niveles de injusticia y sufrimiento humano. Ojalá estemos viendo cómo nuestra capacidad de adaptación puede jugar en contra nuestra.
Comparados con los felinos, reptiles, aves, la pimienta, el azafrán y otras especies y especias, somos sonsos, lentos y débiles. Somos la especie dominante por nuestra capacidad de adaptación al entorno y nuestra fuerza es la creatividad. Los procesos de adaptación de los humanos, incluso antes del Homo sapiens, son una intrincada red entre la biología, la cultura y la tecnología. El dominio del fuego, por ejemplo, ayudó a que nos convirtiéramos en sapiens. Nuestros cerebros crecieron y nuestros estómagos se encogieron gracias a la cocción de los alimentos, que los hizo más digeribles y con menos bacterias. Empezamos a nutrirnos con más eficiencia y disfrute. Ahora podemos dedicar el tiempo que nuestros antepasados homínidos se gastaban en buscar y digerir alimentos a tareas más avanzadas como la creatividad, la planeación y la organización de reuniones de terraplanistas o fiestas covid.
Después de la cocción, vino el vino y la cerveza y vino todo: el arte, el bronce, la agricultura, las ciudades, la filosofía, la ciencia, el telescopio, las vacunas, el internet, la inteligencia artificial, el airfryer… Todas respuestas colectivas a problemas surgidos del entorno natural cambiante o de la cultura que no se queda quieta en el tiempo.
La adaptación no es un truco individual. La inventiva y la supervivencia no son como en la vida del Coyote, que intenta atrapar solo al Correcaminos en un círculo infinito, tal como imaginan los defensores del neoliberalismo que debe ser la vida de los demás. “La supervivencia del más apto”, la famosa frase de Herbert Spencer, ha sido mal interpretada en el sentido en que la entendió y adoptó Charles Darwin. Así lo sugieren Brian Hare y Vanessa Woods, investigadores en el campo de la neurociencia cognitiva en su libro“Survival of the Friendliest: Understanding Our Origins and Rediscovering Our Common Humanity”. Para ellos, el éxito de una especie no tiene que ver con destrozar a la competencia como si se tratara de una campaña de mercadeo, “La gente lo entiende como machos alfa fuertes que merecen ganar. Eso no es lo que sugirió Darwin, o lo que se ha demostrado. La estrategia más exitosa en la vida es la amistad y la cooperación, y la vemos una y otra vez ”, dijo Hare para una reseña en el Washington Post.
Porque más allá de sobrevivir de manera individual, se trata de dejar descendencia para sobrevivir como especie. La cooperación y la empatía son necesarias para ello. Ahora, habrá que ver si le dejamos algo a nuestra descendencia.
Espero que los sufrimientos de esta pandemia nos hagan ver que nuestra supervivencia requiere ahora que nos “desadaptemos”. Ojalá escuchemos a nuestro desadaptado interno que empieza a ver con extrañeza la moda de los últimos cuarenta años: un sistema social y de producción basado en la maximización de las ganancias por encima de lo que sea que sea. El optimismo no es lo mío, pero al menos noto cómo muchos desadaptados se unen y empiezan a exigir que las iniciativas para la “nueva normalidad”, como el European Green Deal, tengan que ver con menos competencia de machos alfa,menos injusticia social, mayor cooperación.
Andrés Carvajal. Escritor. Creador de contenidos audiovisuales. Ha escrito sátiras para diversos medios y formatos. Columnista y líder editorial en Todo es Ciencia. Hace parte de Guoqui Toqui, un laboratorio de contenidos audiovisuales. Gurú que enseña a hacer casi tan feliz como los políticos en el canal de YouTube Aprende con Muchotropico.
Las ilustraciones son de Lizeth León
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