Por Andrés Carvajal
El primer automóvil nos llegó 14 años después de su invención, la televisión se demoró 29 años en llegar y la telefonía celular unos 20 años. En Colombia, la tecnología no suele producirse, sino que llega. Se le tiene la innovación, pero se le demora. Sin embargo, hay una innovación que Colombia ha llevado a la vanguardia planetaria y en la que está delante por decenios, quizás por siglos, del resto del mundo: el andén.
Por la fuerza de la costumbre pensamos que muchas de las cosas simples que hacen más habitables las ciudades no tienen ninguna ciencia y siempre han estado ahí, instaladas por el sentido común, como los andenes. O como las líneas de demarcación vial, que parecen tan eternas, necesarias y sensatas que Enrique Peñalosa no demora en hablar mal de ellas para decir que los buses diésel hacen lo mismo y son más baratos. Pero esas líneas no siempre estuvieron ahí. El primer uso de una línea central en el pavimento ocurrió en 1911, en Michigan, Estados Unidos, gracias a la gestión del funcionario Edward N. Hines, quien se inspiró luego de ver cómo un camión de leche dejaba una marca blanca a lo largo de la vía. La implementación obligatoria de la línea central en las calles y carreteras redujo mucho la accidentalidad y Hines fue póstumamente incluido en el Michigan Transportation Hall of Honor por su innovación.
Las aceras, a primera vista, son humildes y obvias, pero tienen su ciencia y son una tecnología con mucha historia. Los primeros andenes para peatones aparecieron en Anatolia (hoy Turquía) en 2000 AEC. También fueron construidos en las ciudades griegas y romanas de la antigüedad para mantener a los peatones separados del mugre de la calzada y del peligro del tráfico de carruajes y animales. Los romanos incluso inventaron el paso de cebra, que consistía en bloques de piedra que hacían de puente entre una acera a otra y que contaban con una separación estándar para que por la calzada pudieran pasar las ruedas de los carruajes. Los pasos de cebra actuales emulan con pintura el diseño de los pasos romanos.
Desde la caída del Imperio Romano, el mundo vivió una larga y miedosa era sin andenes que no terminó hasta el siglo XIX cuando Haussman, como funcionario de Napoleón, ejecutó el rediseño de París. Las calles de París no eran sino cloacas al aire libre. Lo que era una carrera de obstáculos donde el peatón tenía que ir mirando al piso y saltando de caca en caca, Haussman lo transformó en una fiesta coctelera donde los parisinos pasean para mirarse unos a otros y criticar las pintas de sus conciudadanos. La simple creación de andenes amplios, con árboles y bancas, separados de las aguas negras y del tráfico de vehículos, creó un espacio de socialización, fomentó la salud, impulsó la industria de la moda, promovió la envidia y cambió la vida urbana como pocas tecnologías lo han hecho.
Pero es en las ciudades colombianas donde el andén ha alcanzado su desarrollo más avanzado. Así como gracias a Steve Jobs hacer llamadas es para lo que menos sirven los celulares, gracias a los alcaldes colombianos nuestros andenes para lo que menos sirven es para caminar de manera segura y cómoda.
No tenemos simples andenes, tenemos andenes inteligentes. Si el anden detecta que por estar chateando de manera irresponsable no estás prestando atención a la caminata, se activa una función de seguridad para despabilarte. Según la ciudad y el sector en que te encuentres, puede activarse el bolardo canillero, la cadena tropezona, la baldosa patinable, la baldosa estallacharcos o la alcantarilla abierta rompecolumnas, que te puede matar o dejar en silla de ruedas, pero te salva de mandar ese mensaje del que te ibas a arrepentir más tarde.
Si quedas en silla de ruedas, no hay que desanimarse porque nuestros andenes ofrecen entrenamiento gratis a las personas con movilidad reducida. Acá poco se ven las rampas y, si se ven, muchas tienen pronunciadas pendientes de bicicross para que el ejercicio extra mejore la condición cardiovascular de estas personas que permanecen demasiado tiempo sentadas.
Los andenes de Colombia también son un buen método anticonceptivo porque cuando uno sale a pasear con su recién nacido o lactante menor en el coche, se encuentra con carros atravesados, escombros, baldosas sueltas, rampas que terminan en un canal perfectamente diseñado para atascar las rueditas delanteras y otros elementos disuasorios que enseñan que las personas no son bienvenidas en este país y que cualquier idea de volverse a reproducir es estúpida.
Nuestros andenes tienen múltiples y versátiles aplicaciones: son autopistas para motos, parqueaderos, lavaderos, basureros, talleres, puestos para vender cualquier cosa con música a todo volumen. Además ofrecen obstáculos entretenidos tipo videojuego, como el hueco de la obra que cierran y vuelven a abrir en un ciclo infinito, el andén que se empieza a angostar tanto que hay que caminar con un pie en la calzada o los palos atravesados con la idea de que no pasen motos, pero que en realidad impiden el paso de coches y sillas de ruedas.
Todas estas genialidades en el sector de los andenes han sido posibles gracias a la ciencia de la improvisación, la tecnología de la chambonada o la ingeniería de la corrupción. Me pregunto si algún día en Colombia tendremos las inversiones públicas y privadas suficientes en ciencia y tecnología para innovar soluciones a nuestros problemas complejos y simples, que nos permitan elevarnos para imaginar una vida mejor o al menos poner los pies sobre la tierra sin que una moto nos atropelle.
Andrés Carvajal ha escrito sátiras para diversos medios y formatos, como la ponencia White Elephants Come First (en la conferencia sobre derechos humanos y educación de Colombian Academics en City University of New York - 2016). Ganador de la convocatoria New Media 2017 (Proimágenes, MinTic y Canada Media Fund) con Aprende con Muchotrópico, formato audiovisual de sátira. Cocreador y editor de la serie documental infantil Emoticones, finalista en los festivales Prix Jeunesse International 2018 y FAN Chile 2018. Ilustraciones de X-Tian para Todo es Ciencia. Las opiniones de los colaboradores no representan una postura institucional de Colciencias. Con este espacio, Todo es Ciencia busca crear un diálogo para construir un mejor país.
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