En esta época ya nos acostumbramos a que prácticamente casi todo objeto material que nos rodea tiene origen chino. Probablemente lo que no tenemos en cuenta es que esta situación no es moderna, causada por la globalización, el mercado global y todas esas cosas extrañas que dicen los economistas y políticos y que se traduce en que todo es chino. La cosa viene de antes, muy de antes.
Pensar solamente en la seda, el té, la brújula, el cepillo de dientes, los fideos, el papel, la cerámica, la tinta y sí, como no, la pólvora. Algo descubierto seguramente con gran impacto, si se me permite la licencia, por los alquimistas taoístas. Una mezcla de minerales que ardía con ruido y luminosidad.
De la alquimia siguió su uso como pirotecnia para ofrecer hermosos espectáculos nocturnos. Para que a un chino cualquiera de tantos que hay se le ocurriera bajar un poquito el disparo y convertir la pirotecnia en un cañón, había solo un paso. Aparece su uso como arma, con las consecuencias dolorosas que todos conocemos, todo por “jugar con cosas que no tienen repuesto”, como dice Joan Manuel Serrat.
Es verdad también que la pólvora ha sido un elemento de mucha utilidad en las grandes obras de ingeniería y como idea precursora de lo que posteriormente serían los combustibles que permitirían escapar de la gravedad terrestre y dar inicio a la apasionante aventura por el espacio.
Todo venía bajo control, hasta que se comenzó a utilizar asociada a un festejo. En nuestro medio tenemos claramente dos ámbitos de aplicación: cuestiones religiosas o cuestiones futbolísticas. En el primer caso, por algún mandamiento desconocido, al momento de elevar las plegarias se debe acompañar con ruidosos voladores para llamar la atención a algún santo que tiene problemas de sordera o, tal vez, se encuentra en las nubes superiores del cielo. Lo cierto es que existe un vínculo religioso-sonoro que va en contravía de cualquier consideración espiritual silenciosa.
En el fútbol, su campo de aplicación más frecuente es cuando el equipo de los afectos convierte un gol. Seguramente esto fue analizado por el físico teórico Stephen Hawking y lo puso a pensar sobre el tiempo, porque no hay modo de comprender por qué en el instante en que la circunferencia del balón atraviesa la línea de gol, se alzan al cielo cientos de voladores con el único propósito de explotar para interrumpir la tranquilidad de cuanto ser vivo haya alrededor.
Es momento para cuestionar a los amigos chinos que, como no, dicen que también inventaron el fútbol; ya que podrían haber incluido también reglas de festejo: lo tradicional, digamos abrazos, insultos al rival, memes, señas obscenas, etcétera, pero de ninguna manera alterar el movimiento de traslación de la tierra a punta de ruido.
Cuando elevamos esos artefactos ruidosos, ¿a quién le estamos enviando el mensaje? ¿A habitantes de algún exoplaneta cercano? ¿O molestar a los demás otorga un punto fantasma al final del campeonato? No hemos realizado bien los cálculos, pero estimamos que si pusiéramos todos los voladores lanzados en un clásico futbolero, en el día de la Virgen del Carmen y en tres cumpleaños estándar dentro de un cilindro metálico con un voluntario sentado en la punta como astronauta, seguramente quedaríamos a pocas cuadras de Alfa Centauro. Con la ventaja adicional de que si sabemos el día del lanzamiento nos daría la oportunidad de al menos ponernos los dos índices en los oídos y cerrar los ojos.
No sé ustedes, pero en un festejo me aguantaría que me arrojaran lapiceros de tinta, bolsitas de té, pañuelos de seda, balones inflados, fettuccini, hasta tazas de cerámica china, por lo menos mientras llega el chino que invente los primeros voladores insonoros. Tal vez entonces nos demos cuenta de que con todo ese ruido nunca escuchamos lo que teníamos dentro.
Mario Víctor Vázquez es investigador, docente y divulgador científico. Profesor Titular de la Universidad de Antioquia. Doctor en Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Director del programa radial El Laboratorio y creador del Colectivo Quími Komedia. Las opiniones de los colaboradores no representan una postura institucional de Colciencias. Con este espacio, Todo es Ciencia busca crear un diálogo para construir un mejor país.
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