Por Eduardo Arias
Cuando estaba en el colegio yo aborrecía las matemáticas. A duras penas logré aprender las cuatro operaciones básicas de la aritmética y también a elevar al cuadrado o al cubo. Y pare de contar. A medida que avanzaba en el bachillerato me enfrentaba a materias como el álgebra, la geometría, la trigonometría, el cálculo… y me preguntaba: ¿eso como para qué sirve? El paso de los años me ha enseñado a valorarlas no sólo como un ejercicio intelectual o un lenguaje abstracto sino también como herramientas indispensables.
De las muchas cosas que recuerdo haber padecido en las clases de matemáticas tomaré algunas al azar. Por ejemplo, los logaritmos. Alcancé a vivir una época anterior a las calculadoras electrónicas, en la cual una herramienta muy práctica era la regla de cálculo. Y el secreto de este ingenioso artefacto, que permite realizar operaciones complejas, son sus escalas logarítmicas. Los logaritmos se emplean en múltiples disciplinas (economía, música, medicina, antropología, publicidad, astronomía) y muchas veces oímos hablar de ellos sin saberlo cuando nos hablan del pH de una sustancia (qué tan ácida es) o de la magnitud de un terremoto en la escala de Richter.
También me viene a la mente la trigonometría. Seno, coseno, tangente, cotangente, secante, cosecante... Recuerdo vagamente esas palabras asociadas a esa –para mí– complicada herramienta. Herramienta que sirve para medir la altura del Everest sin tener que llegar a su cima con un altímetro. Gracias a la trigonometría se pueden combinar las informaciones de tres satélites en órbita para determinar con un GPS dónde diablos uno está parado. Los astrónomos la utilizan para determinar la distancia a la que se encuentran estrellas cercanas. También es muy útil en arquitectura e ingeniería para calcular de manera precisa distancias, ángulos de inclinación y fuerzas que interactúan en una estructura.
De esos últimos años de bachillerato recuerdo con horror el cálculo. Derivadas, integrales… ejercicios uno detrás de otro que no tenían ningún significado para mí. Sin embargo, el cálculo es una herramienta sin la cual serían imposibles la ciencia y la tecnología tal como las conocemos. Tiene aplicaciones tan variadas que está presente en una gran cantidad de disciplinas, entre ellas la medicina, la informática, la ingeniería, la economía, los negocios, la demografía y, por supuesto, la física. De hecho, el cálculo es una herramienta indispensable en la mecánica clásica (por ejemplo, para medir la aceleración de un objeto) y en la electricidad y el magnetismo. En química se utiliza para determinar el ritmo de las reacciones y el decaimiento radiactivo. En estadística hace posible el cálculo de probabilidades. En ese sentido es de gran utilidad para calcular seguros de vida, daños, tasas de interés. El cálculo también sirve para establecer modelos de crecimiento de poblaciones y de activos de empresas. Sirve para determinar el comportamiento de las partes mecánicas de un automóvil. En administración de empresas y economía se utiliza para reducir costos en una empresa y predecir, por ejemplo, cuánto va a ganar si invierte determinado presupuesto en publicidad. En informática y computación, el cálculo tiene gran cantidad de aplicaciones. Desde la fabricación de chips y la miniaturización de componentes internos hasta la digitalización de imágenes, sonidos y videos. Incluso es una herramienta básica en el desarrollo de la inteligencia artificial.
En muchas actividades de nuestras vidas la mente elabora cálculos matemáticos complejos de los que no necesariamente somos conscientes. Por ejemplo, cuando afinamos un instrumento musical o cuando nos desplazamos por un prado para ubicarnos en el punto exacto donde predecimos que va a caer una pelota que queremos atrapar antes de que toque el suelo.
Este muy rápido e incompleto repaso muestra lo útiles, prácticas y necesarias que son las matemáticas avanzadas. Eso sí: no me pidan que les calcule la probabilidad de que en sus actividades cotidianas estén presentes las matemáticas avanzadas. Dejémoslo en que es muy alta, porque lo más sofisticado que yo sé hacer es multiplicar.
Biólogo dedicado a las comunicaciones. Eduardo Arias ha escrito como periodista acerca de temas de medioambiente y divulgación científica. Ha escrito libros y publicaciones para el Inderena y el Instituto Alexander von Humboldt. También ha escrito varios libros de humor político y fue libretista y argumentista en el programa Zoociedad. En la actualidad es periodista independiente y ejerce el cargo de defensor del televidente de Señal Colombia. Ilustración de X-Tian para Todo es Ciencia. Las opiniones de los colaboradores no representan una postura institucional de Colciencias. Con este espacio, Todo es Ciencia busca crear un diálogo para construir un mejor país.