por Andrés Carvajal
Me gusta que nuestra especie, el primate más lampiño, haya conservado los vellos púbicos como un rasgo biológico. Porque también es un rasgo de humildad. Henos aquí, en el curubito de la evolución, con el dominio sobre el reino animal y vegetal y con el poder tecnológico de transformar el planeta mismo, tratando de lidiar con una maraña de pelos que no sabemos si nos causan vergüenza, deseo, repulsión o felicidad.
Hay dos corrientes político-ideológicas antagónicas que se han turnado a lo largo de la Historia el dominio sobre el vello púbico: depilación total (que tiene dos tendencias: rasurada y cera brasileña) y al natural (también llamada selva amazónica o Tapón del Darién). Hay otras corrientes menos radicales como la del bikini o como la ideología que gobierna el pelambre de mi entrepierna: ni depilación total, ni al natural, sino recortado. Mejor dicho, mis pelos púbicos son de centro, si es que esa tendencia existe. Pero la ideología pelopúbica dominante hoy por hoy, o por lo menos la más ruidosa, beligerante y convencida de sí misma, es la depilación total, sobre todo para las mujeres. Según estadísticas publicadas en la revista JAMA Dermatology, el 62,1% de las mujeres estadounidenses se dejan el pubis como bola de billar. Y la mayoría dijo que lo hacían por higiene. Que las mujeres deben depilarse por higiene es algo que oigo mucho. Se ventila esta idea con orgullo y pedancia arrebatada. La gente suele comentarlo como si nada a la hora del almuerzo y publicarlo en las redes sociales. Es como una exigencia social, un deber ciudadano esperado solo de las mujeres. No demoran en exigirlo en la hoja de vida. “Sé trabajar bajo presión y en grupo. Pubis muy higiénico, tan lampiña como en la puericia. Responsable”.
Pero, ¿es verdad que es más higiénico un monte de venus pelado que uno frondoso? ¿Qué dice la ciencia al respecto?
Lo primero es ver qué se entiende por higiene. No se debe confundir con aseo. Desde el punto de vista de la medicina, la higiene es lo que se hace para prevenir enfermedades, mejorar y conservar la salud. Aunque el aseo es uno de los métodos de la higiene, no es el único y a veces mucho aseo es perjudicial para la salud. Crecer en ambientes demasiado limpios y asépticos puede favorecer la aparición de alergias, por ejemplo. Es necesario exponerse en la niñez a algunos microbios para que la respuesta inmunológica se entrene para combatir infecciones.
Entonces, ¿tener la sínfisis del pubis como la cabeza de Vin Diesel contribuye a una vida más saludable? Pues no, señores y señoras militantes de la extrema depilada, hay suficiente consenso científico que apunta a que son mayores los riesgos que los beneficios de una depilada total. La deforestación siempre es traumática, y arrancar los pelos de la madre pubis con cera o talarlos con cuchilla produce en la piel pequeñas heridas y abrasiones por dónde los microorganismos encuentran una autopista para atravesar la epidermis y producir infecciones por cándidas, tiñas, estafilococos, estreptococos, virus del papiloma humano, herpes, sífilis, gonorrea y otros tantos ilustres visitantes a ese depiladísimo y “limpio” cuerpo.
Y mientras la depilación total es riesgosa, dejar el arbusto tiene beneficios: es barrera contra microbios, protege la piel de la fricción con la ropa, evita irritaciones por el roce en el sexo, señaliza el camino a la felicidad... Señalización que era más apreciada en otras épocas, como en los años sesenta y setenta del siglo XX. Y sobre todo, en la Edad Media; tanto, que las prostitutas que se afeitaban para evitar los piojos púbicos solían ponerse una peluca llamada merkin para cubrir el monte pelado. Salvo por esta sola ventaja, la de prevenir los piojos púbicos, alias ladillas, la depilación total no es higiénica.
La higiene no es entonces una motivación para depilarse basada en la verdad. ¿Es un error que se basa en una mala asociación de ideas? Algo así como asociar el pubis frondoso a un piso entapetado. Esta asociación implicaría la conclusión falaz de que un pubis depilado es más higiénico porque un piso liso es más fácil de asear que un tapete.
O más bien, puede ser que la gente utilice un concepto políticamente correcto como la higiene para justificar algo que a estas alturas del siglo XXI sigue teniendo mucho de tabú: las preferencias sexuales. ¿La higiene será una cortina de pelo para justificar una moda?, ¿la influencia del porno en nuestros gustos sexuales?, ¿la imposición patriarcal que infantiliza o hace más consumible el cuerpo de la mujer según la tendencia del momento?
El cuento de la higiene es una equivocación sincera o es una manera vergonzante de esconder nuestros verdaderos deseos y motivaciones. Cualquiera de estas dos posibilidades amerita que nuestra especie detenga las cuchillas y enfríe la cera por un momento, para que nos pensemos con más humildad, para que nos veamos sin ropa y encontremos a los animales peludos que somos, a los que les salen curiosos vellos crespos en la entrepierna y quienes necesitan mucha más educación sexual y conciencia de género.
Andrés Carvajal ha escrito sátiras para diversos medios y formatos, como la ponencia White Elephants Come First (en la conferencia sobre derechos humanos y educación de Colombian Academics en City University of New York - 2016). Ganador de la convocatoria New Media 2017 (Proimágenes, MinTic y Canada Media Fund) con Aprende con Muchotrópico, formato audiovisual de sátira. Cocreador y editor de la serie documental infantil Emoticones, finalista en los festivales Prix Jeunesse International 2018 y FAN Chile 2018.
Ilustraciones de Mariana Rojas Bermúdez
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