No hace mucho terminó en San Francisco (California) la décima Conferencia de la Federación Mundial de Periodistas Científicos. Como trato de hacer cada dos años, fui a reunirme con 1.400 de mis colegas en todo el mundo, para tomarle el pulso a nuestra profesión. Dos detalles salieron a relucir especialmente entre otros: la pseudociencia (a la que volveré más adelante) y que Latinoamérica es un valor en alza desde el punto de vista del periodismo científico —las grandes revistas están clamando que los reporteros freelance les envíen propuestas sólidas de ciencia real hecha en nuestro continente, desde el norte de México hasta la Patagonia, y todo lo que hay en medio—.
De pronto somos la tierra deseada. Sólo tenemos que ponernos a la tarea de identificar nuestra buena ciencia y proponerla a los portales de New Scientist, Scientific American, Nature, el portal SciDev y demás medios. Pero, ¡ay!, allí está el detalle. No es tan fácil para un periodista saber dónde están esas pepitas de oro ni cómo identificarlas, incluso si están bajo sus narices. Esto se debe en parte a que, como periodistas, en Colombia y otras naciones aún necesitamos especializarnos en diversas ramas de la ciencia. También porque los investigadores no tratan o no saben acercar su ciencia al público de formas atractivas (para lo cual el aliado natural es el periodista científico). Y en cierta medida porque varios de nuestros institutos de ciencia no tienen la tradición del periodista científico trabajando dentro de sus oficinas de comunicaciones, que se ponga a la tarea de hacer buenas migas con los investigadores en su facultad y luego tender puentes entre ellos y los periodistas que buscamos buenas notas.
Pero yo creo que eso está cambiando lentamente o, al menos, eso espero. Es cuestión de tiempo y algo de inversión económica de parte de los institutos y universidades meterles la ficha al entrenamiento de sus comunicadores en periodismo científico.
Y la pseudociencia, ahí
No obstante, esta debilidad está relacionada con la segunda cosa que salió a relucir como un pico plateado en esta, la conferencia más importante del área en el mundo. Se trata del inmenso problema de la pseudociencia, que no es nuevo pero que parece haber aumentado como la espuma. Y, lo peor, que los gobiernos con frecuencia tragan entero y actúan con base en las sartas de errores que se publican libremente por todos lados.
Un periodista que no conoce bien su tema, se deja meter en la cabeza toda clase de supercherías y está sirviendo de instrumento a los intereses poderosos detrás de esa ignorancia creada a propósito. Intereses que cada vez se vuelven más sofisticados en la forma de seducirnos con sus artículos, documentales y anuncios.
Ejemplos hay muchos: la absurda noción de que ciertas vacunas causan autismo es tan infundada, el hecho de que en Suráfrica se niegue la existencia del VIH, la manotada de curas basura para enfermedades reales. ¡Pobre público, cuyas esperanzas están basadas en los engaños de otros!
Tras dos siglos de Ilustración estamos enfrentados a una nueva era de la irracionalidad. El reinado de la pseudociencia.
Hoy reinan los astronautas extraterrestres, el creacionismo y el diseño inteligente, las teorías de la conspiración lunar, el agujero en el centro de la Antártida, la negación del cambio climático, la geología del diluvio universal, el Triángulo de las Bermudas, la píldora de la gasolina o el líquido mágico de Hongcheng, la teoría de la autodinámica, la medicina antroposófica, la cromoterapia y la sanación con cristales, el racismo científico y la psicoquinética, para nombrar solo algunas. Búsquelas en Wikipedia (o siga los enlaces). Y claro, esta es una era en la que la astrología reina y se confunde con la astronomía, irónicamente a pesar de que la astronomía está pasando por un momento dorado de su historia.
Pienso que siempre habrá pseudociencia pero es vital para nosotros, los periodistas y comunicadores científicos, unirnos mano a mano con los investigadores y tratar de poner un poco de la luz de la razón en medio de semejante oscurantismo tan grande. Muchos nos formamos escribiendo bajo la creencia de que la curiosidad acerca del universo no solo es parte de la buena vida, sino que es una necesidad dentro de una sociedad que afronta decisiones acerca de la medicina, la energía nuclear, el programa espacial (sí, incluyendo el colombiano) y la carrera armamentista, entre tantas otras.
Si la pasada conferencia mundial de periodismo científico nos enseñó algo es que es el momento de aprovechar el interés en la ciencia de Latinoamérica y de contar la ciencia de verdad que se hace en estas latitudes.
Ángela Posada-Swafford es una periodista científica y escritora colombiana radicada en Estados Unidos. Ganadora de reconocimientos como el Premio Simón Bolívar de periodismo.
Las opiniones de los colaboradores no representan una postura institucional de Colciencias. Con este espacio, Todo es Ciencia busca crear un diálogo para construir un mejor país.
Publicar nuevo comentario